La serranía de Aizkorri es el gran frontón vasco, imponente muralla localizada casi exactamente en el corazón de Euskadi y verdadero brazo tendido hacia la cordillera cantábrica y, de la mano de la Sierra de Aralar, hacia los Pirineos. Es un eslabón mágico entre dos mundos montañosos. Aizkorri y Aralar forman un todo, una suma cuyo valor no es únicamente estético sino profundamente humano. Aquí hablamos de unos lugares simbólicos, de pastores instalados desde la prehistoria, de una relación del ser humano con la naturaleza que siempre ha buscado la simbiosis antes que la explotación desmedida. Es tierra de mitos y leyendas y la mezcla perfecta de casi todas las combinaciones que la naturaleza ofrece: verdes pastos casi infinitos, roca caliza trabajada por el agua que enriquece el conjunto, divisoria entre el norte cantábrico y el sur mediterráneo.
Es, también, la postal del Txindoki, la montaña que todos saben dibujar, desafiante y única pero suavizada por las praderas que la visten. Es un escenario amable, alegre, una estampa que invita a reencontrarse con uno y con el resto. Que invita al optimismo, a compartir de forma generosa un camino que, por fuerza, ha de antojarse siempre despejado.