La Sierra Nevada, o Sulayr (montañas del sol) se presta a la simbiosis perfecta entre civilización y espacio natural, una fusión que se da sin brusquedades, sin casi rupturas. Resulta imposible no verse inspirado por la presencia ineludible de sus suaves relieves, que parecen desnudarse por completo pero que esconden verdaderos tesoros de aislamiento y oportunidades para dar la espalda a lo cotidiano. Visible su perfil desde la misma Alhambra de Granada, sus cimas no hablan de su riqueza floral o faunística: todo lo demás queda a la vista y confunde al espectador. Nadie diría que el Mulhacén (3.479 m) es el techo de la península. A partir de los 2.000 metros de altitud, allí donde en otras cadenas montañosas la flora se torna discreta para sobrevivir, en Sierra Nevada florecen la mayoría de las especies que la convierten en un paraíso botánico.
No es difícil acceder a éstas cimas que se extienden entre Almería y Granada, inmaculadamente blancas en invierno, con más de una veintena de ‘tresmiles’ disimulados, alguno de los cuales puede ascenderse desde su famosa estación de esquí. El sendero Sulayr, de 340 kilómetros, circunda la Sierra Nevada y supone una gran opción para disfrutar de su diversidad biológica, mientras que la integral de los tresmiles ofrece un recorrido de norte a oeste y propone un reto de alta montaña.